En estudio

Carlos Casacuberta: “Las batallas se pierden más o menos en el mismo espíritu en el que se ganan”

“Los grandes derrotados tienen un valor simbólico”, dice el músico que reivindica el papel de la ironía en sus canciones.
08.11.2018
2018-11-08T22:18:00

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Carlos Casacuberta es una suerte de camaleón de la música popular uruguaya. Integra El Peyote Asesino, la banda que mejor supo conjugar el espíritu de una época con una visión mordaz e irónica de la realidad, en la confusa segunda mitad de los 90, pero además desarrolla una calma faceta de cantautor reposado, sin perder cierta dosis de acidez.

Además, es un productor digno de elogio: trabajó con Jorge Drexler, Ana Prada y La Hermana Menor, con resultados diversos pero más que atendibles. Busquen en sus listas de Spotify. Seguro les aparece.

El 24 de noviembre presentará un puñado de canciones nuevas en Sala Camacuá, que tal vez sean el germen del sucesor de Naturaleza [Bizarro, 2013], su último álbum a la fecha. "No sé lo que es un disco. Me gustaban, cuando era chico compraba discos y los veía como una unidad. Estas canciones son parientes entre sí. Pertenecen a un cierto clima, a un cierto momento. También el sonido las fue hermanando.", dice.

Desde ese entonces pasaron muchas cosas. El Peyote Asesino tocó alguna veces y estrenó canciones, pero en una de esas ocasiones no pudo estar porque el corazón le jugó una broma siniestra, que Casacuberta aceptó. Y devolvió el golpe.

En esta edición de En Estudio, el artista habla de sus nuevas composiciones, de la "hermandad" que existe entre ellas (literaria y literalmente hablando, ya que sus hermanos Gabriel y Pablo formaron parte del proceso), y reivindica el formato "disco" aunque no se trate de un objeto físico. "Me gustaría que estas canciones fueran apreciadas en un conjunto", asegura.

Además, habla de la relación de su veta compositiva con El Peyote Asesino y Mario Levrero, se augura un largo devenir como autor, aún inmaduro, y apunta: "Yo sigo investigando. Habría que ver qué quiere decir psicológicamente, y es imposible. En el fondo sigo explorando. Estoy buscando hasta dónde llegan esas posibilidades mías. No me ubico en un panorama más grande. Veo que la gente termina dándose cuenta de lo que hizo mucho después. Lo que intento es hacer coincidir todas esas cosas que escucho, que de algún modo capturan mi interés, siempre unido a las canciones, a la idea de cantar., a la idea de esa cosa tan corta, de esos escasos minutos, donde hay una letra, donde hay alguien que te está cantando. La gente me devuelve a veces cosas de ‘mirá dónde estuviste'".

"La muerte de la ironía se decretó muchas veces. Después del 11 de setiembre ya no hay más ironía. ¿Cuánto duró esa muerte de la ironía hasta el primer tipo que hizo un chiste? ‘Pah, estoy tratando de conseguir un vuelo de Nueva York a Los Angeles y no puedo porque todos paran en el World Trade Center'. Después de Charlie Hebdo la ironía está muerta. No sé. Tendría que haber traído el libro de Freud: con el humor no se puede porque está en el inconsciente. Yo no estoy pensando en abandonar eso. No sé, porque el punto en que alguien logra que vos te des por vencido existe. En mí no llegó", dice en otro momento de la charla.

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